“Mi mujer está loca”. Esto es lo que piensa mi marido cuando
me sale el instinto sobreprotector que llevo dentro y que él es incapaz de
compartir. Debo reconocer que soy algo
miedosa ya de por sí. Intento disimularlo, pero, vamos, que si puedo procuro no
acercarme a los precipicios por muy bonitas que sean las vistas, espero a que
el semáforo se ponga en verde para cruzar, llamo a mi marido si veo una
cucaracha y no veo películas de terror. Qué se le va a hacer. Me gustaría ser
más valiente para ciertas cosas. Para otras en cambio creo que tengo mucha
valentía. Y si no pregunten a cualquier madre que haya pasado mes y medio en la
UCI con su bebé.
Bueno, el caso es que, aparte de mis propios miedos, ser
madre me ha descubierto peligros en cosas que antes me parecían inofensivas. Todo ello fomentado por la afición de mi hijo
mayor a trepar por todas partes, a meterse cualquier cosa en la boca (etapa
afortunadamente superada… o casi casi), a su escasa noción del peligro, que le
lleva a salir corriendo con un tenedor en la mano, o a la delicada salud del
bebé sus primeras semanas de vida.
En fin, que todo me aterra. Las alturas sobre todo. En
cuanto veo al mayor trepar por el columpio de cuerdas o le cazo escalando por
la librería del salón me echo a temblar. Además mi mente calenturienta no hace
más que imaginar las escenas más cruentas: un tenedor clavado en un ojo, un
balonazo que les deja KO, un perro malencarado que muerde niños, ahogamientos
múltiples (en la bañera, en la piscina, en el mar, con un hueso de pollo, una
espina del pescado, la pieza de un juguete…), envenenamiento por ingerir algún
líquido tóxico, un columpio roto, un secuestro (demasiados telediarios)…
Mi
parte racional sabe que todo esto es ilógico, que con un poco de cuidado no les
va a pasar nada grave. Pero no puedo evitarlo. Eso sí, me lo guardo para mí,
porque sé que lo peor que se puede hacer es transmitirles miedos absurdos.
Claro, que no ayuda que nos pasen cosas como que se caiga un árbol encima del
coche o que se incendie la plancha (último accidente doméstico que ha sucedido este
fin de semana mientras planchaba una camisa). Aun así puedo estar tranquila. Tenemos
al ángel de la guarda muy atareado, pero es de lo más eficiente.