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¿Cómo actuar si nuestro hijo tiene un amigo imaginario?

¿Tu hijo tiene un amigo imaginario? Muchos niños crean este tipo de amigos y la mayoría de los padres no sabemos bien cómo actuar. ¿Debemos hablar con el amigo imaginario o, por el contrario, decirle a nuestro hijo que no existe? ¿Deberíamos correr a la consulta del psicólogo u olvidarnos del asunto? Por si esta situación surge en vuestras casas, os cuento nuestra experiencia.

 
Callie llegó a nuestras vidas el año pasado, cuando mi hijo mayor contaba dos años y medio. Al principio no sabíamos muy bien qué hacer con aquel niño que seguía a mi hijo mayor a todas partes, se sentaba en la mesa con nosotros, venía de paseo a la calle, nos acompañaba a clase e incluso se autoinvitaba los fines de semana que nos íbamos fuera. A veces era un niño un poco molesto, porque se sentaba justo en la silla que queríamos ocupar o llevaba a mi hijo agarrado de la mano que queríamos coger para cruzar la calle o bajar las escaleras. Un incordio, vamos. Pero, sobre todo, nos resultaba preocupante. ¿Era normal que nuestro hijo tuviera un amigo imaginario? ¿Por qué había aparecido? ¿Era sólo un juego o una necesidad vital? ¿Qué debíamos hacer? ¿Fomentarlo, negarlo, ignorarlo? Teníamos muchas dudas y ninguna respuesta.

La primera consulta la hicimos en la guarde, por supuesto. La profesora del año pasado era una mujer estupenda, a la que mi hijo tenía mucho cariño. Acudimos a ella y nos ofreció mucha tranquilidad. Lo primero que nos dijo es que era algo muy normal en los niños de esta edad y, sobre todo, teniendo en cuenta las circunstancias de mi hijo. Por aquel entonces se estaba enfrentando a la llegada del nuevo hermanito y fue una temporada difícil, en la que los celos le hicieron sufrir muchísimo y se manifestaron de formas diversas, como os conté en su momento (podéis leer sobre el tema aquí).

Para ayudarnos a afrontar la situación, la profe consultó a la psicóloga del centro y así supimos que el amigo imaginario de mi hijo no sólo era una manifestación de sus celos por su hermano pequeño, sino una herramienta muy útil para liberar sus emociones, mejorar su autoestima y desarrollar su creatividad.

Una etapa normal

Es habitual que muchos niños de entre 2 y 7 años creen un amigo imaginario. Éste no responde a un tipo único: puede ser otro niño (como en el caso de mi hijo, que ha tomado el nombre de uno de sus dibujos animados favoritos, pero en vez del personaje es un niño como él), un animal, un superhéroe o incluso un objeto. No existe una causa concreta por la que surge este amigo imaginario (en el caso de mi hijo ha sido provocado por la llegada del hermanito, pero cada niño tiene unas necesidades distintas), pero sí suele darse en niños con un alto grado de sensibilidad y de creatividad.

El amigo imaginario surge para dar respuesta a una necesidad emocional del niño. Le permite liberar sus sentimientos (tanto los positivos como los negativos), proyectar sus miedos y ensayar interacciones sociales que después podrá trasladar al mundo real. Hay amigos imaginarios que se convierten en compañeros de juegos, otros que protegen de miedos e inquietudes o incluso aquellos que sirven para acarrear con la culpa de sus propias "trastadas". Lejos de lo que se piensa, el amigo imaginario resulta muy beneficioso, porque evita frustraciones al permitir al niño exteriorizar sus emociones, desarrolla la empatía, porque le permite ponerse en lugar del otro, y mejora las habilidades lingüísticas de los pequeños, porque desarrollan la capacidad de contar historias.

Además, lo habitual es que tal como vino el amigo imaginario, se vaya. O que desaparezca una temporada y luego vuelva a reaparecer. Eso también nos ha pasado, porque Callie desapareció en primavera y ha vuelto a surgir hace unas pocas semanas, aunque de forma muy esporádica.


Hace poco mi hijo celebró el cumpleaños de su amigo imaginario, como os contaba en este post


¿Cómo debemos actuar los padres?

Pues la recomendación más habitual (tanto la que me dieron a mí los profesionales como los artículos que he consultado) es: no reprimir y no alentar. Es decir, respetar esta etapa y simplemente observar cómo evoluciona. Nada de regañarle ni ridiculizarle ni decirle que su amigo no existe, pero tampoco estimular la presencia del amigo imaginario. Eso no significa ignorarle, sino simplemente actuar con naturalidad ante esta fase, pudiendo incluso entrar un poco en el juego. Lo importante es saber que nuestro hijo está bien, que no sufre ningún tipo de problema mental y que es absolutamente normal. Es más, a pesar que cuando son pequeños los límites entre realidad y fantasía son bastante difusos, por regla general los niños suelen ser conscientes de que su amigo realmente no existe más que en su imaginación.

Si estamos atentos, el amigo imaginario nos desvelará mucho sobre el estado emocional de nuestros hijos. Sus conversaciones y juegos nos permitirán captar muchas de las preocupaciones de nuestros hijos. En casa no fomentamos la presencia de Callie, pero si nuestro hijo habla de él, actuamos con naturalidad y aceptamos su presencia. Poco a poco mi hijo va recurriendo menos a Callie y no hemos visto mayor motivo de preocupación en su existencia. Es decir, mi hijo no se ha aislado y se relaciona con normalidad con otros niños. Es significativo que el año pasado Callie salía con nosotros de casa, pero desaparecía nada más entrar en el aula o al llegar al parque, donde mi hijo jugaba con sus amigos reales, que cada vez tienen una mayor presencia en su vida, frente a su amigo imaginario, que va desapareciendo poco a poco.

Para aquellos que estén interesados en este tema os dejo algunos artículos que seguro que encontráis muy interesantes:


¿Vuestros hijos tienen algún amigo imaginario? ¿Cómo actuáis ante esta fase?


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